
Como nos enseña nuestro Seráfico Padre San Francisco, vivimos en pobreza individual y comunitaria, confiándonos a la Divina Providencia. Nuestro monasterio es muy pobre, quizás también por las supresiones napoleónicas que, como se ha dicho, han causado estragos en todas partes. Las monjas viven del trabajo de sus manos y de las ofrendas y donaciones que reciben.
Según la tradición del monasterio, se hacen ornamentos sagrados, se bordan a mano y se restauran los antiguos. Muchas parroquias y santuarios del Lacio y la Toscana en particular, así como sacerdotes seculares de toda Italia, se dirigen al monasterio. Algunas parroquias de Roma también piden a las monjas que almidonen y planchen los linos de altar. Por nuestro trabajo, pedimos a los sacerdotes una oferta. De esta manera pretendemos actualizar y continuar el trabajo de la Madre Santa Clara, que hilaba y tejía con sus manos preciosos corporales para las iglesias más pobres y necesitadas.
Además de la costura y el bordado puramente eclesiásticos, las monjas también responden a muchas peticiones de trabajo de familias y personas: bordado de ajuares, cojines nupciales, reparación y almidonado de blondas y encajes, así como el arte de remendar en sí mismo, en vestidos, chaquetas, pantalones, etc. Como actividad secundaria, las monjas también producen figuritas y pesebres de yeso pintados a mano.